A veces creo que me falta tiempo para ser la mujer que siempre quise ser. Un tiempo que no marca más que las rutinas que nos han impuesto (que nos hemos impuesto), provocadas por lo establecido y por aquello que, supuestamente, debe ser.
En ocasiones siento que me falta tiempo. He dedicado parte de mi vida a dejarme llevar por todo lo que tenía que ser. Tengo notas, algunas solo en la cabeza, de todos los «Ya, pero es que conseguir eso es muy difícil», «No, es que yo no sé cómo podrías hacerlo». Tengo apuntes de un sinfín de sitios donde me habría gustado estar. Acumulo listados mentales de personas a las que querría haber abrazado mientras me pasaba mis horas donde se suponía que tenía que estar.
Tengo un montón de hojas medio en blanco, escritas a sucio, cuando tenía ganas de gritarle al mundo un millón de cosas, de decir lo que se me pasaba por el alma, pero siempre había un «Eso no lo puedes decir». Y, así, nos perdemos en vidas que no nos corresponden hasta que un día te das cuenta de quién eres.