Su tacto es como un salón en invierno: cálido, entrañable y suave. Enredado en hilos eternos. Envuelto entre su propio cuerpo. Tierno. Siento como cada uno de sus recovecos forman parte de los míos. Y sin embargo, no existe más allá del papel, más allá de las costuras marcadas por un lápiz. Redibujo tu contorno. Hago patrones con tu sombra. Te enmarco sobre tu propia horma.