Superposición del sitio

El papel del dibujo

El papel es como la piel. Tiene su tacto, su temperatura y hasta su propio olor.

Hacer un trazo puede resultar tan estremecedor como recorrer el cuerpo. A veces sugiriendo espacios, otras perdiéndote en los detalles. En ocasiones, a retazos: marcando líneas limpias, rápidas y espontáneas, imitando a los arañazos.

Se dibuja sintiendo el papel como se siente un cuerpo junto a otro cuerpo. Es ahí donde surge la magia, el calor, y se da forma a lo que no tiene forma o se llega a deformar la realidad.

Usamos el borrador como una parte más del proceso, reconduciendo los rasgos, corrigiendo los trazos… En este ir y venir es cuando se eriza la piel y se siente cómo brotan los poros del papel, con el movimiento de la goma de borrar o al soplar para lanzar al aire los restos.

Sobre el papel y sobre la piel se quedan siempre las siluetas desdibujadas, aquellas que has marcado con más fuerza, tanto que no hay borrador capaz de hacer que desaparezcan. Da igual las veces que pases sobre ellas, siempre quedan ahí, resistiendo a la primera mirada y quemando de la misma manera que lo hacen las cicatrices.

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