Está bien visto «encajar» en lo cotidiano, colocarnos dentro de un perímetro delimitado por opiniones, ideas y características establecidas.
A menudo nos imagino acomodándonos en cajas, perfectamente cerradas y precintadas, dando lugar a un orden en las diferentes estanterías, como en uno de esos almacenes llenos de pasillos. Pienso en nuestro día a día y advierto todos los apartados en los que nos encasillamos: en el trabajo, en nuestro tiempo libre, en nuestras relaciones, en nuestras propias casas apiladas una sobre otras y en ocasiones colocadas en hileras como en una de esas cadenas de producción.
Somos productos de lo establecido, de lo que se espera y de lo que debe ser. Intentamos adaptarnos a modelos de conducta y a estilos de vida creados a la carta. Pero, ¿por quién?
Nos jugamos nuestro tiempo intentando encajar en un mundo que quizás no nos corresponde, evitamos romper patrones, siguiendo la línea continua, avanzando por un itinerario ya marcado.